James Anderson y la Primera Gran Logia

18,99

La masonería no es una institución puramente esotérica. El esoterismo en estado puro no existe a nivel institucional. Lo institucional, esto es, la arquitectura jurídica que ordena a un grupo social, tributa a muchos acreedores. Es fruto de la civilización en la que se vive, pues lo masones resultamos de un desgajarnos de la vida profana, pero sin que ese desprenderse nos separe completamente de ella.

 

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Descripción

La masonería no es una institución puramente esotérica. El esoterismo en estado puro no existe a nivel institucional. Lo institucional, esto es, la arquitectura jurídica que ordena a un grupo social, tributa a muchos acreedores. Es fruto de la civilización en la que se vive, pues lo masones resultamos de un desgajarnos de la vida profana, pero sin que ese desprenderse nos separe completamente de ella. Al cabo, somos humanos, hemos nacido en una nación concreta y en un contexto cultural e histórico determinados. Quiero decir que el masón no se inicia para abandonar su sociedad, sino para regresar a ella pasando por el tamiz de un método de mejora personal, el cual se desarrolla dentro de una institución, la masonería, que pretende la superación fraternal de las diferencias dentro de un proyecto más ambicioso situado, precisamente, más allá. No ordena la convivencia de lo distinto, sino la igualdad de los que saben superar todo aquello que discrimina. Algo que solo puede lograrse desde el ser armónico y consciente. Sin embargo, más allá de lo íntimo esotérico, lo puramente institucional de la masonería es algo así como la concha del caracol. Es una frontera con el exterior, y, al tiempo, también, una ordenación de la vida interior. Delimita lo profano de lo esotérico, separa ambos mundos. Define el ser y la manera de vivir la esencia masónica, se instituye, así, como asociación que habla para el adentro de los masones, pero también para el afuera que representa la civilización en la que nace. El mundo profano, al que no le es dable vivir ni la iniciación ni tampoco lo que acontece más allá de ella, sí nos exige en cambio una manera de constituirnos y anunciar lo que somos y los fines que tenemos, digamos que es una obligación no solo ética o de urbanidad, sino jurídica.

El Libro de las Constituciones analiza el proceso de constitución de la masonería moderna y, además, anexa las constituciones propiamente dichas, su vertebración articulada, quiero decir, los textos normativos.

Aquí, entran en juego los personajes históricos definidos, como el pastor James Anderson, sin duda la figura emblemática del iniciarse de la masonería especulativa, hijo de masón en Escocia y heredero del acerbo masónico de esas tierras altas de la isla, pero también se habla de los que le fueron contemporáneos, afines o adversos. Y Rubén Legidos atina cuando describe el proceso de constitución de la masonería moderna como un proceso en el que, al tiempo que se hacía necesario incorporar el mito para distanciar a lo muy remoto la leyenda, teniéndola entonces como un referente respetable y preservado de la crítica, no dejó de ser también un proceso en el que lo espiritual comenzó a cabalgar a lomos de la Ilustración europea. El acierto de los masones especulativos radicó ahí.

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